Y

Y se conocierón en aquel emporío,
Un sitío tan decadente y frío,
Se miraron y él sonrió,
Todo sonaba como un cristalino río.

Sus gestos casi no variaban,
Los otros ahí sólo quedaban,
Uno extrovertido, duro y sutil,
Ella timida, suave y frágil.

Y sus miradas se cruzaban,
Sus bocas sensuales se notaban.
Y parecía tan mágico todo aquello,
Sólo se tenían ellos.

Al estar solos sus labios se rozaban,
Y las caricias de sus manos pasaban,
Aunque sus encuentros fueron casuales,
Ambos gustaban sus formas y modales.

Y hablaron un rato de todo un poco,
Contaron su historía, se volvieron locos,
Y aunque no tenían mucho en común y lejos están,
Ellos saben que se gustan y quizás se amarán.

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